
La danza no era para mí
Después de un breve -y traumático- paso por clases de danza clásica cuando era chica, llegué a la conclusión de que la danza (o más bien el aprendizaje de la danza) no era para mí y no volví a pisar una clase de danza durante años.
Someter a mi cuerpo a la repetición de secuencias coreográficas creadas por otro, correr atrás de un ritmo marcado por un bastón (el mismo con el que me golpeaban (suavemente?) el abdomen para recordarme que debía “meter panza“) ponerme esa malla y esas medias de nylon increíblemente apretadas, el pelo tirante en un rodete sostenido por clips que se te clavaban en la cabeza.
No, gracias.
Hasta que conocí el contact
Lo vi de lejos primero y de casualidad. Fue en una obra de danza-teatro de Sasha Waltz en el Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires. Me tomó por sorpresa y quedé completamente fascinada.
¿Qué era eso? Había visto bastantes espectáculos de ballet y alguno que otro de danza contemporánea, pero nunca algo así. Los bailarines se fundían unos con otros.
Era imposible saber dónde terminaba el cuerpo de uno y empezaba el del otro. Como una masa informe que ante la primera posibilidad de cobrar forma volvía a perderla: caían, se levantaban y volvían a caer.

Pasaron años hasta que me animé a experimentarlo en mi propio cuerpo. No fue hasta después de haberlo “visto” en la facultad. Hacia mitad de mi carrera, la Licenciatura en Artes en la UBA, cursé dos materias sobre danza y movimiento.
Allí me reencontré con el contact y tuve la oportunidad de indagar en su historia y comprender sus fundamentos teóricos. Me resultó aún más fascinante.
Intentando definir el contact
Aquí algunas definiciones e imágenes del contact-improvisación:
El contact-improvisación es un sistema de movimiento en constante evolución iniciado en 1972 por el coreógrafo estadounidense Steve Paxton. La forma improvisada de danza se basa en la comunicación entre dos cuerpos en movimiento que están en contacto físico y su relación combinada con las leyes físicas que gobiernan su movimiento: gravedad, impulso, inercia. El cuerpo, para abrirse a estas sensaciones, aprende a liberar el exceso de tensión muscular y a abandonar cierta obstinación para experimentar el flujo natural del movimiento.
Steve Paxton y otros en Revista Contact Quarterly Vol. 5:1, 1979
Creo que el simple placer de moverse y el placer de usar el cuerpo es quizás el punto principal. Y el placer de bailar con alguien de una manera no planificada y espontánea, cuando eres libre de inventar y ellos son libres de inventar y ninguno de los dos obstaculiza al otro; es una forma social muy agradable.
Steve Paxton en Revista Contact Quarterly
una sensación continua del potencial del cuerpo para inventar y descubrir, para recuperar el equilibrio después de perder el control, para recuperar el vigor a pesar del dolor y el desorden.
Sally Banes en Terpsichore in Sneakers: Post-Modern Dance, Wesleyan University Press, 1977, 1987


en http://contactquarterly.com


Antes del contact
Varios años de terapia y yoga me permitieron empezar a relacionarme de otra manera con mi cuerpo y el movimiento.
En el yoga desarrollé mayor conciencia corporal ejercitando la habilidad de poner el foco en distintas sensaciones y partes del cuerpo. Empecé a entender y explorar las relaciones entre respiración, tono muscular y movimiento, y su influencia, no sólo en la salud física, si no también en las emociones y pensamientos. Descubrí el placer de alternar o combinar el estiramiento con la contracción de distintas partes del cuerpo, y el arraigo (hacia abajo) con la proyección hacia arriba, así como la posibilidad de soltar el peso del cuerpo y masajearlo en contacto con el piso.
Sin embargo, el yoga es un sistema basado en posturas y secuencias altamente codificadas, formas ideales, que con la práctica regular, la conciencia, el esfuerzo y la disciplina se van volviendo cada vez más accesibles.
Está muy lejos de un sistema de movimiento basado en la desobediencia de las formas y secuencias preestablecidas, en la paradójica intención de soltar el control y perder el equilibrio, en la improvisación y la creación.
Mi aterrizaje en el contact
Volver al piso
La profesora nos invitó a acostarnos en el piso, boca arriba, tomar conciencia de nuestro peso, de la fuerza de la gravedad, de nuestros puntos de apoyo. En quietud.
Luego, empezar a movernos lentamente, poco a poco. Primero los dedos, luego las manos y pies, después las extremidades, y por último, y como consecuencia, el centro.

Y más tarde, comenzar a encontrar otros puntos de apoyo, primero en una misma posición y luego viajando de posición en posición, con el cuidado de que el despegue y posterior aterrizaje fuera suave y concienzudo.
El peso de la cabeza
El movimiento de la cabeza requería una especial atención. En un primer momento nuestra cabeza debía permanecer en contacto con el piso. Podíamos hacerla rodar, arrastrarla y deslizarla en diferentes direcciones, pero sin despegarla del piso. Recuerdo lo difícil que me resultó este ejercicio las primeras veces y lo natural que me resulta hoy.
Despegarse del piso
De a poco se nos alentaba a ir despegándonos del piso, reduciendo la base de sustentación del cuerpo, comenzando un recorrido de pérdida y conquista del equilibrio.

Un espiral de movimiento
Deslizar, arrastrar, rolar, rotar, estirar-contraer, torsionar, empujar, rechazar el piso, ascender-caer, entregarse a la gravedad, aprovechar la inercia para transformar la caída en ascenso y continuar en una espiral de movimiento.
Poner en juego este repertorio de posibilidades para generar un movimiento orgánico, fluido, continuo, alternando la expansión y la contracción del cuerpo, prestando especial atención en las transiciones entre postura y postura, y experimentando con variaciones en la velocidad que incluyen la pausa como parte del movimiento.
Hacia arriba, hacia abajo y de vuelta hacia arriba
Una idea transversal: tomar conciencia del pasaje vertical por distintos niveles, nivel bajo: en contacto o al ras del piso, nivel medio: en cuatro patas, cuclillas, sentado o arrodillado (con torso y cabeza despegados del piso), y nivel alto, de pie.
La exploración de esos tres niveles empezaba siendo del más bajo al más alto, para después hacer el camino inverso y explorar las distintas formas en la que el cuerpo podía volver al piso sin golpearse, sin lastimarse, sin hacer ruido.
Y en todo este recorrido a lo largo de estos tres niveles, se trataba también de registrar (y generar) momentos de equilibrio y desequilibrio, de pérdida y recuperación del propio eje.

Confiar en la inteligencia del cuerpo
Otra pauta fundamental: intentar suspender cualquier plan, idea o reflexión que preceda o suceda al movimiento, habitar el momento presente, aquí y ahora, confiar en la inteligencia del cuerpo para moverse, abandonar cualquier pretensión de belleza formal externa.
Moverse por el placer de moverse
Adentrarse en el mundo del contact implica prestar atención, concientizar y deconstruir tanto las formas aprendidas de la danza, como la forma de movernos en nuestro día a día.
Desafiar y desarmar nuestros hábitos y automatismos, aventurarnos en recorridos posibles e impensados, moverse por el placer de moverse, aquí y ahora, fundirnos con el piso, con el otro, con el espacio, salir del propio eje, para volver a él, caer, perder el equilibrio y recuperarlo, una y otra vez.
De regreso al movimiento libre
Bailar contact fue para mí un viaje al futuro, a un nuevo yo, pero también un viaje al pasado para re-significar la relación con mi cuerpo y el movimiento.
Una invitación a recuperar la espontaneidad, la vitalidad y el placer que encarnan los bebés y los niños cuando les permitimos moverse en libertad, así como la curiosidad y la capacidad de asombro frente a mi propio cuerpo, los otros y el mundo.
A nivel consciente e inconsciente me permitió desandar y volver a recorrer el camino del movimiento libre, ese camino que yo, y probablemente muchos de ustedes, no pudimos recorrer en libertad (o al menos no completamente). ¿Por qué? Porque nuestros mapadres y/o cuidadores fueron aconsejados de otra forma, por los médicos y especialistas, por la publicidad y por su comunidad.
Tenían otra información y seguramente con todo el amor del mundo quisieron hacer lo mejor para nosotros. Y, en ese afán, muchas veces hicieron por nosotros lo que podríamos haber hecho solos. O, mejor dicho, lo que podríamos haber hecho con ellos, con su confianza, con su mirada, con su disponibilidad y su amor incondicional.
Quisieron ayudarnos, enseñarnos, guiarnos, alentarnos en nuestro desarrollo motor (y global). Y nosotros, también por amor e instinto de supervivencia, nos amoldamos, nos adaptamos.
Y aunque hayamos logrado conquistar los hitos del desarrollo (rolar, reptar, gatear y caminar), en el camino resignamos -al menos parcialmente- nuestra espontaneidad, nuestra libertad, nuestra auto-motivación, convirtiéndola en un reflejo de la motivación ajena, buscando la aprobación y satisfacción del otro antes que nuestra propia satisfacción.
Quizás suena un poco trágico, o dramático, o incluso quejoso, pero no es mi intención en absoluto. Quiero contar mi historia porque quizás a alguien le sirva, lo inspire o movilice.
Creo que para poder brindarle a nuestros hijos – y los bebés y niños en general- la posibilidad de recorrer ese camino en libertad primero necesitamos ser conscientes de nuestras propias limitaciones y carencias. Reconocerlas y trabajar con ellas. Por la sencilla razón de que estas pueden afectar nuestra forma de ver y nuestra capacidad para reconocer sus necesidades genuinas mediante la empatía y la habilidad para intentar ponernos en su lugar.
Nuestra relación con nuestro cuerpo y el movimiento puede entonces influir -positiva o negativamente- en la forma en que percibimos y acompañamos el desarrollo de su motricidad, la conquista de su cuerpo y el mundo.
Estos videos muestran y describen una parte del desarrollo motor de un bebé al que se le permite desplegar su movimiento en libertad
Un regalo para nuestros hijos y para nosotros mismos
Si bien eso es cierto, que nuestra relación con nuestro propio cuerpo y el movimiento puede ser o no un obstáculo a la hora de acompañar el movimiento libre de nuestros hijos, también es cierto que observar y acompañar ese camino teniendo la información, herramientas y recursos pertinentes para que pueda darse en libertad, nos invita a concientizar dicha relación.
El hecho de ver a un nuestros hijos moverse libremente sabiéndonos los guardianes de su libertad, puede tener entonces un efecto terapéutico, reparador, en nosotros mismos.
Son varios los mapadres que vienen por primera vez (o no) a un encuentro crEO y, que en la segunda parte del encuentro, cuando intercambiamos observaciones, sensaciones y vivencias, expresan un profundo agradecimiento y satisfacción por haber podido mirar a su bebé desplegar su movimiento libremente en el espacio durante un tiempo significativo.
Y no son sólo sus palabras las que expresan esto. Hay algo en su mirada, en la actitud de su cuerpo que resulta completamente elocuente. Ese tiempo que se regalaron para mirar a su bebé, sin intervenir de forma directa sobre su cuerpo o movimiento, pero permaneciendo atentos y disponibles, acompañando con una mirada amorosa y con una actitud de confianza, los conmovió y movilizó internamente.
Estoy convencida de que el #movimientolibre es un regalo que podemos darle a nuestros hijos, pero también a nosotros mismos.